Es aún común escuchar entre el personal de atención de personas con trastornos mentales, incluso psiquiatras, las expresiones: 'se agitó sin motivo aparente', 'tiene conducta impredecible', todas ellas justificando (o 'previniendo') un agresión física.
Lo cierto es que esto es un gran mito, pues si partimos desde la premisa que toda persona que acude o es conducida para recibir atención psiquiátrica está pasando por un periodo de alteración, sea temporal o crónica de sus conductas, emociones y pensamientos, entenderemos que es fácilmente predecible que se encuentre con estresores agregados en la atención como: los tiempos largos de espera en consultorio o en las filas para recibir medicación u otras actividades en hospitalización, lidiar con los diversos factores y características de personalidad del propio personal de salud mental, que no pocas veces saturados por el volumen de atenciones descuida el trato amable y cortés, confundiendo la firmeza con dureza o rigidez en las indicaciones, los ambientes restrictivos y poco acogedores donde se realiza la atención, la situación conflictiva con sus familiares con los cuales acude a los servicios y que contribuyó a necesitar la atención, y un largo etc.
Nótese que sólo en factores externos al usuario ya se tiene estresores lo sufiencientemente importantes como para estar alerta desde el primer momento en que se atiende a esta persona para prevenir una acentuación de su alteración conductual y agresiones finales. Ahora, si a esto le agregamos el obvio estado interno de psicopatología en los cuales muchas veces aparecen delusiones (de daño, referencia, místicas), pseudopercepciones auditivas (comandatorias, denigratorias), disconfort por efectos adversos de la medicación, reclusión en contra de su voluntad, entenderemos que más que 'conducta impredecible' del usuario es una situación de 'descuido predecible' del personal el que termina por ocasionar las situaciones de agresiones físicas.
La observación permanente y el adecuado conocimiento de la psicopatología de los trastornos mentales, aunado a un análisis constante (que incluye intervención crítica) del entorno en el cual desempeñamos nuestra actividad clínica, en el marco de una política de atención de respeto a los derechos humanos al usuario en sus múltiples diversidades de contexto, nos ayudará a prevenir probables agresiones consecuentes a estos factores citados. Recordemos que, por ejemplo, una persona con síntomas delusivos de tipo paranoide puede interpretar como una provocación gestos o tonalidad de voz que un terapeuta despistado y no atento puede vertir 'libremente' durante la interacción clínica. El trato cortés y amable puede perfectamente ser congruente con una actitud de firmeza terapéutica que se desarrolla con la constante práctica y capacitación. En casos de obvia inquietud motriz o disforia en aumento (otra vez el juicio clínico y observación constante prevalecen) la aplicación de medidas farmacológicas son de primera elección.
Adicionalmente, los episodios de conductas agresivas entre las personas con trastornos psicóticos, se circunscriben mayoritariamente a los casos de exacerbación de sintomatología, con lo cual el personal de las emergencias médicas y psiquiátricas tiene que estar capacitado para afrontar diligente y eficazmente estas situaciones a través de las intervenciones de contención contextuales en un primer momento (sin llegar al abuso innecesario de la sujeción mecánica, que produce mucha más irritación cuando no es necesaria aplicarla) y finalmente las farmacológicas necesarias. En proporción mucha más peligrosa es la situación de personas con síntomas de consumos de sustancias psicoactivas o con trastornos de personalidad, para citar dos ejemplos.
Fernández, García y col. del Dpto de Medicina Preventiva y Salud Pública de la U. Complutense de Madrid, publicaron en el 2007 un estudio de revisión de literatura sobre 'Esquizofrenia y conducta violenta', en el cual si bien es cierto se encontró que existe un riesgo de entre 3-4 veces de mayor probabilidad de conductas violentas en personas con diagnóstico de esquizofrenia, este riesgo se relacionaba con la coexistencia de personalidad psicopática, abuso de drogas y antecedentes de gravedad clínica del cuadro, todos factores que una buena historia clínica pueden anticiparnos para ejecutar medidas de intervención preventivas y psicoeducativas necesarias tanto para el personal, familiares y el propio usuario.
Lo cierto es que esto es un gran mito, pues si partimos desde la premisa que toda persona que acude o es conducida para recibir atención psiquiátrica está pasando por un periodo de alteración, sea temporal o crónica de sus conductas, emociones y pensamientos, entenderemos que es fácilmente predecible que se encuentre con estresores agregados en la atención como: los tiempos largos de espera en consultorio o en las filas para recibir medicación u otras actividades en hospitalización, lidiar con los diversos factores y características de personalidad del propio personal de salud mental, que no pocas veces saturados por el volumen de atenciones descuida el trato amable y cortés, confundiendo la firmeza con dureza o rigidez en las indicaciones, los ambientes restrictivos y poco acogedores donde se realiza la atención, la situación conflictiva con sus familiares con los cuales acude a los servicios y que contribuyó a necesitar la atención, y un largo etc.
Nótese que sólo en factores externos al usuario ya se tiene estresores lo sufiencientemente importantes como para estar alerta desde el primer momento en que se atiende a esta persona para prevenir una acentuación de su alteración conductual y agresiones finales. Ahora, si a esto le agregamos el obvio estado interno de psicopatología en los cuales muchas veces aparecen delusiones (de daño, referencia, místicas), pseudopercepciones auditivas (comandatorias, denigratorias), disconfort por efectos adversos de la medicación, reclusión en contra de su voluntad, entenderemos que más que 'conducta impredecible' del usuario es una situación de 'descuido predecible' del personal el que termina por ocasionar las situaciones de agresiones físicas.
La observación permanente y el adecuado conocimiento de la psicopatología de los trastornos mentales, aunado a un análisis constante (que incluye intervención crítica) del entorno en el cual desempeñamos nuestra actividad clínica, en el marco de una política de atención de respeto a los derechos humanos al usuario en sus múltiples diversidades de contexto, nos ayudará a prevenir probables agresiones consecuentes a estos factores citados. Recordemos que, por ejemplo, una persona con síntomas delusivos de tipo paranoide puede interpretar como una provocación gestos o tonalidad de voz que un terapeuta despistado y no atento puede vertir 'libremente' durante la interacción clínica. El trato cortés y amable puede perfectamente ser congruente con una actitud de firmeza terapéutica que se desarrolla con la constante práctica y capacitación. En casos de obvia inquietud motriz o disforia en aumento (otra vez el juicio clínico y observación constante prevalecen) la aplicación de medidas farmacológicas son de primera elección.
Adicionalmente, los episodios de conductas agresivas entre las personas con trastornos psicóticos, se circunscriben mayoritariamente a los casos de exacerbación de sintomatología, con lo cual el personal de las emergencias médicas y psiquiátricas tiene que estar capacitado para afrontar diligente y eficazmente estas situaciones a través de las intervenciones de contención contextuales en un primer momento (sin llegar al abuso innecesario de la sujeción mecánica, que produce mucha más irritación cuando no es necesaria aplicarla) y finalmente las farmacológicas necesarias. En proporción mucha más peligrosa es la situación de personas con síntomas de consumos de sustancias psicoactivas o con trastornos de personalidad, para citar dos ejemplos.
Fernández, García y col. del Dpto de Medicina Preventiva y Salud Pública de la U. Complutense de Madrid, publicaron en el 2007 un estudio de revisión de literatura sobre 'Esquizofrenia y conducta violenta', en el cual si bien es cierto se encontró que existe un riesgo de entre 3-4 veces de mayor probabilidad de conductas violentas en personas con diagnóstico de esquizofrenia, este riesgo se relacionaba con la coexistencia de personalidad psicopática, abuso de drogas y antecedentes de gravedad clínica del cuadro, todos factores que una buena historia clínica pueden anticiparnos para ejecutar medidas de intervención preventivas y psicoeducativas necesarias tanto para el personal, familiares y el propio usuario.
Favio Vega Galdós
Médico Psiquiatra
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